domingo, 19 de septiembre de 2010

Y a los demás, ¿quién les protege?

El marcador señala, aproximadamente, el minuto 20 del encuentro entre la Real Sociedad y el Real Madrid. Cristiano Ronaldo, estrella de las galaxias, ataca por la banda y enfrete tiene a De La Bella, un chico del que apenas había oído hablar hasta hace unos días. Pero, sin que el portugués sepa cómo, ese donnadie le roba la cartera limpiamente y se arranca por la banda con el balón, dando pie a una nueva jugada de ataque del conjunto local.

C.R. no entiende nada. Se queda inmóvil en el campo unos segundos. Tarda en reaccionar y entonces, lo ve claro. Se acerca por detrás a De La Bella, que ya no tiene el balón. Aprovechando que las miradas están atentas al esférico, Cristiano Ronaldo le pega un ‘correctivo’ empujón a De La Bella: “Así aprenderá a no quitarme más el balón”, parece pensar.

El partido avanza y C.R. sigue sin sacar petróleo. La prensa no para de recordarle día sí día también que no marca goles y en una de estas Di María osa a marcar un auténtico golazo. “¿Y éste de qué va?”, pasa por su cabeza. A partir de ese momento, el portugués tiene una clara misión: lanzar desde donde sea a portería, en el mismo momento en el que se haga con el balón. Él es la estrella, él tiene que ser el protagonista.

Como quiera que la cosa no le sale bien, el portugués se gana las burlas del público: ‘tonto, tonto’ le gritan desde las gradas de Anoeta cada vez que manda el balón a las nubes. Entonces, con el 1-1 en el marcador, llega una falta. “Esta es la mía”. Coge carrerilla, dispara y el balón se empotra en Pepe, con tan mala suerte que entra para dentro. “Mierda”. C.R. se da la vuelta indignado y se va. El Madrid se adelanta de nuevo en el marcador, pero él no es el Madrid, él es Cristiano Ronaldo, equipo independiente. Por eso, no celebra el gol. Es una mala noticia no haber marcado.

Ofuscado, sigue intentándolo. Uno de esos que van de blanco-y-azul y hace unos meses estaban en segunda le quita la pelotita. Otra vez. “¿Estos no saben quién soy yo?”. Con cara de loco, atacado, echa a correr hasta alcanzarlo. Esta vez la víctima todavía lleva la pelotita. Patada por detrás y al suelo. “Con el escudo que llevo en el pecho puesto el árbitro no me va a toser”, piensa tranquilo. Y así él, al menos, se ha desahogado.

Mourinho decía hace unos días que tiene miedo de que a su estrellita le den “otra hostia” y le lesionen. Que a este tipo de jugadores tan buenos, hay que protegerlos, añade. Y yo me pregunto: Y a los demás, ¿quién les protege de Cristiano Ronaldo? Y sigo asombrada cada vez que alguien duda entre Messi y C.R. No hay color.

viernes, 10 de septiembre de 2010

El fútbol, en la tele

Hay muchas formas de disfrutar del fútbol. Los más deportistas lo practican de manera amateur o por pura diversión. Algunos de ellos consiguen hacer de ello su profesión (unos pocos afortunados). Otros lo convierten en una afición con ánimo de lucro, comenzaron con una quiniela y ahora tienen cuentas abiertas en tantas casas de apuestas como conocen. Hay gente que opina que, como en la tele, no se ve el fútbol en ningún lado. También hay quien prefiere ‘’bajar al bar’’, y convertirlo en una excusa perfecta para pasar un buen rato en compañía de sus amigos. Y, por supuesto, no nos olvidemos de los socios: Esos que pagan religiosamente la cuota anual y tratan de no perderse ni una cita de su equipo. Manta, pipas, bocata, abanicos y señas de su equipo tales como gorras, camisetas y/o bufandas son algunos de sus ‘imprescindibles’ para el fútbol. Entre ellos, hay una minoría no precisamente pequeña, de “locos por su equipo”. Dejando a los borregos a un lado cuya actitud e intención al acudir a un estadio de fútbol nada tiene que ver con este noble deporte, este grupo está conformado por gente, generalmente joven, que acude en masa a dejarse la voz (y el dinero) por su equipo. Juegue como juegue. Juegue contra quien juegue. Juegue donde juegue. Fútbol, viaje… y alcohol, suele ser su máxima.

Ni los socios ni los más forofos son, por el momento, una especie en peligro de extinción. Pero si la política de los que mandan en este deporte sigue por los derroteros actuales, puede que sí pasen a serlo. No es que vea a nadie preocupado por la posibilidad de que los campos tiendan a vaciarse, o que las peñas futboleras dejen de viajar, pero deberían fijarse en la economía de los clubes más pequeños y analizar la incidencia del fútbol en las arcas de la hostelería de las ciudades futboleras. Es una pequeña gran microeconomía la que mueve el fútbol.

Y es que, a estas alturas del partido, todos tenemos muy claro que el fútbol tiene muy poco de deporte y mucho de negocio. Qué les vamos a contar, si ya hasta los periodistas deportivos cobran unas sonrojantes y astronómicas cifras. Hace algún tiempo, no mucho, el fútbol era ya una fuente de ingresos desorbitados donde los futbolistas, señoritos de tres al cuarto, cobraban un sueldo que todos veían algo exagerado. Pero desde que entraron las televisiones, la publicidad, el interés común, la competencia de medios y los ídolos de un día, esto se ha desbordado. Y si a esa ya de por sí explosiva mezcla le sumas a José Luis Astiazaran dirigiendo a la LFP y a la vieja guardia mandando en la RFEF, esto se descontrola.

El afán recaudatorio es tal que ya se han vendido hasta las celebraciones de gol. Ahora, el goleador más original se llevará un premio metálico patrocinado por Burger King. Gracias a esta competición, que encumbra el buen fútbol y la deportividad, disfrutaremos de escenas divertidas, a buen seguro, pero también algunas otras humillantes para el rival. Y seguramente que más de uno se llevará la reprimenda de su entrenador, por buscar lucirse y ser carne de youtube antes que centrarse en el partido.

Una de las últimas de nuestros queridos es la de adelantar la jornada. Sí, estoy de acuerdo con las voces que alegan que los partidos a las 10 de la noche se hacen muy tardíos, sobre todo en inverno. Pero ese no es el motivo que les mueve a ellos. De hecho, los partidos a las 10 se seguirán jugando, pero también habrá otros a las 3 de la tarde, por ejemplo. ¿El motivo? El de siempre: las televisiones, en este caso, las asiáticas.

Sí, ya sé que en la Premier se juega a esas horas. Que sí. Pero, hasta donde sé, en Inglaterra, y otros países del norte de Europa, la vida social y laboral se anticipa bastante a la nuestra. O si no, empecemos todos a cenar a las 8 de la tarde, y cuando salgamos de fiesta, a las 2 de la madrugada todo cerrado. Y nada de siestas. ¿Y el trabajo? Todos fuera a las 5 de la tarde, pero eso sí, nada de ir a hacer la compra a las 9 de la noche, a esas horas, todos cenados en casa, delante del televisor, o en la cama. En esos países, la luz solar se acaba antes que aquí… ¿Se imaginan un Sevilla – Real Madrid, una tarde de junio, a las 15.00? De locos, ¿verdad? Con esos horarios, me parece que serán los partidos del norte de la península los que se adelanten…

Es como lo de poner el fútbol a última hora del viernes, o del lunes. Tele y más tele. ¿Y el socio? ¿A ese?, que le den. Total, algunos (no pocos) sólo se recorren 100 kilómetros un lunes a la noche, cansado tras la intensa jornada laboral, para ver a su equipo. Y claro, a las 12 de la noche, vuelta para casa, y al día siguiente a madrugar. O quizás le tenga que decir a su hijo que hoy no, hoy no vamos al campo que mañana tienes colegio y tienes que irte a la cama. Y que yo sepa, los clubes no te descuentan los partidos a los que no vas... Pero qué más da, si la televisión da más dinero que la taquilla. Al menos si te llamas Madrid, Barça, o LFP. La cuestión es tener, cada vez, más sacos en los que meter la mano.

Otra de las quejas más generalizadas entre aquellos a los que les gusta combinar fútbol y viajes es el escaso margen temporal con el que se fija los horarios de los partidos. Si dependes de un billete de avión, por ejemplo, la espera puede encarecerte el billete hasta el punto de privarte ir. Por cierto, que esto no pasa en la Premier, allí, desde el principio de la Liga se sabe qué día se jugará cada partido. Pero como eso no reporta dinero de más, parece que no nos interesa copiar.

Pero esto es sólo mi opinión. La opinión de alguien que disfruta del fútbol desde la butaca de un estadio, propio o ajeno, sentada o de pie, gritando o en silencio.

jueves, 2 de septiembre de 2010

El cuento de Ibrahimovic

Introducción – Lo fácil ahora es criticar el fichaje de Zlatan Ibrahimovic por el Fútbol Club Barcelona en el pasado verano. Fue un error, sí, pero eso lo sabemos ahora. La clave del estratosférico fichaje del delantero sueco tiene una raíz que conviene tener en cuenta: la falta de “feeling” entre Guardiola y Samuel Eto’o. Pep lo tenía claro nada más acabar la temporada, el delantero camerunés no debía seguir en la entidad blaugrana por un tema extradeportivo. Eto’o no quería recalar en cualquier club – algún sabiondo se pregunta ahora por qué no se hizo un trueque entre Villa y Eto’o – y tenía la sartén por el mango teniendo en cuenta que la temporada siguiente terminaba contrato, lo que a la postre devaluaría mucho su precio en el mercado. Con el entrenador insistiendo a la directiva que no quería al delantero en la plantilla, con Eto’o poniendo mil trabas a su salida y una oferta de trueque del Inter de Milán encima de la mesa, la junta directiva de Laporta no pudo hacer más que aceptar ésta.

Nudo – El rendimiento de Zlatan en el Barça ha sido nefasto. Su corta etapa es un cúmulo de despropósitos en el campo, falta de esfuerzo e incapacidad para adaptarse al estilo Barça. Será un buen delantero, de eso no hay duda, pero no es un delantero capacitado para jugar con el estilo tan marcado del club catalán. Ibrahimovic rompía el ritmo de juego del equipo, no ofrecía alternativas y se pasaba por el forro la primera línea de presión, tan importante en el equipo de Guardiola. Además de eso, su falta de humildad era un insulto. Nunca un cono fue tan soberbio. Ni tan caro. Si a eso le sumamos la exigencia del delantero a Guardiola por ser más protagonista dentro del equipo – claramente eclipsado por jugadores con mucho más nivel y compromiso – parece clara la postura de Guardiola respecto a la decisión de dejarle claro que sería el quinto delantero del equipo.

Desenlace – El cuento no podía acabar de otra forma. La venta de Zlatan Ibrahimovic al AC Milán no es sino una bendición. Un alivio para todos los culés que veíamos al sueco con capacidad de sobra para romper la armonía del vestuario. Huelga decir que el precio que pagó el conjunto rossonero es irrisorio, un regalo. Pero me temo que no había más opciones. Soy de los que piensan que las declaraciones de Ibra tras el partido del Trofeu Joan Gamper no son casuales, formaban parte de la estrategia que su vomitivo representante, Mino Raiola – una de esas bestias que envilecen y ensucian el noble deporte del fútbol -, comenzó poco después de terminar la temporada. Con declaraciones como “Guardiola saldrá antes que Ibrahimovic del Barça” o “Guardiola tiene que ir a hospital mental”, quería facilitar la salida del delantero. Y la estrategia les salió bien, no siempre ganan los buenos. Aunque está por ver que Ibrahimovic sea el beneficiado en esta historia: salir del Barça para recalar en el AC Milán es bajar varios peldaños, mientras tanto el filósofo – así llama el sueco de forma peyorativa a Guardiola, dejando claro la capacidad intelectual del personaje – sigue llenando de títulos las vitrinas en Ca’n Barça.

Desde aquí aplaudo a la actual directiva del Barça por desprenderse de ese tosco lastre, y también, cómo no, a la antigua directiva de Laporta, por fichar a David Villa, el mejor nueve que ficha el Fútbol Club Barcelona después de Ronaldo.