Nota de la autora: Leer el artículo teniendo en cuenta que quien escribe tiene corazón blanquiazul y que el artículo nace de la indignación provocada por un atraco arbitral en Anoeta.
Después de un partido como el del pasado domingo es mejor esperar a que el paso de las horas contribuya a amainar el temporal antes de tratar de dar una opinión sensata (si es que eso es posible en la opinión de una aficionada dolida). Aún así, la época digital en la que vivimos nos dota de múltiples herramientas para hacernos el 'harakiri' a conciencia y parece que a una servidora hoy le ha entrado el gusto por el masoquismo. Crónicas de medios deportivos nacionales, locales e internacionales, con sus respectivos comentarios, columnas de opinión, declaraciones de los protagonistas... y lo peor de todo: revivir las imágenes de lo vivido en los vídeos de youtube. Y así, la herida no deja de sangrar.
En esta Liga que pretende ser la mejor del mundo los árbitros están continuamente en boca de todos y no para bien. Evidentemente, son humanos y se equivocan, pero son demasiadas las veces que sus errores determinan el resultado de los partidos. Y es que entre la escasa calidad del colectivo arbitral de nuestra Liga y las insaciables ansias de protagonismo de algunos de sus miembros al final, jornada tras jornada, su errores acaban marcando el signo de muchos encuentros.
No es la Real Sociedad una institución a la que le guste lloriquear en foros públicos por las injusticias arbitrales. Quizás por ello suframos años tras años la dictadura de trencillas que nos ningunean, quizás por ello pertenezcamos a este grupo de equipos a los es que 'es fácil pitar'. Pero, partiendo de la base de que siempre te quitan pero también te dan, y de que el nivel del arbitraje español en general es malo, hemos sido siempre un club que, oficialmente, ha optado por el silencio. Por ello este año hemos pasado por alto el partido ante el Almería o el choque ante el Hércules, donde errores arbitrales influenciaron el devenir del partido de manera negativa para nosotros. Ya tocará otro partido donde seamos los beneficiados nosotros de sus errores. Pero el del pasado domingo en Anoeta fue un arbitraje que va más allá de errores humanos. La actuación de Ayza Gámez fue claramente dirigida para contentar al Atlético de Madrid, uno de esos equipos que sabe a la perfección que ‘quien no llora, no mama’. De esos hay varios en la Liga, y no tenemos que mirar muy lejos para aprender la lección.
¿Debería aprender la Real Sociedad de ellos y levantar la voz, más allá de las declaraciones post partido de Lasarte? Por cierto, bien por el míster realista, que no se limitó a la excusa fácil del árbitro y supo hacer autocrítica. Y es que lo cierto es que en la segunda parte se adivinaba el gol atlético. Pero tampoco es menos cierto que el conjunto realista veía continuamente cortados sus intentos ofensivos por faltas: las que nos hacían y no nos pitaban y las que no hacíamos y sí nos pitaban. Además de ese desquiciante doble rasero a la hora de pitar, Ayza Gámez permitió al conjunto colchonero jugar con uno más, ya que le perdonó la expulsión a Mario Suárez. Lo demás, ya lo sabemos todos: Penalti a favor que no nos pitan por manos en el área y a la contra, empata el Atlético. Minutos después gol en fuera de juego y remonta el Atlético.
La historia de siempre: para compensar a uno de esos equipos de ‘renombre’ a uno de esos supuestos ‘grandes’, que suelen ser también los más 'llorones', paga el pato uno de los humildes, uno de esos en cuyo campo es muy fácil pitar, uno de esos que nunca se queja. Como decía ayer un futbolista de la Real Sociedad: Los perjudicados, en un 90% de los casos, siempre somos los mismos.