martes, 27 de diciembre de 2011

Colores

Soy de la Real Sociedad de nacimiento, algo que no tiene gran mérito ya que soy gipuzkoana (aunque mi pasión surgiera por generación espontánea en una familia plagada de merengones). Crecí de refilón en el fin de la época gloriosa del club, cuando bajo la batuta de Toshack la Real conquistó en el 87 la Copa del Rey, su último título, hito del que no guardo ningún recuerdo.

Crecí con un equipo discreto que solía luchar por acabar la liga en puestos europeos, aunque raramente lo
lograba. Me empapé de su identidad humilde y de su filosfía romántica a la que el equipo intentaba ser siempre fiel: un serio trabajo en cantera y unos refuerzos "baratos" que aceptamos como propios, bien porque fueran grandes éxitos como Kodro, Karpin, Kovacevic, Nihat, etc.; o bien porque se convirtieran en fracasos estrepitosos que recordamos con cierta mofa y cariño. Pero, cuando el fútbol mutó y vomitó sobre los sentimentalismos en los que se basa, la infidelidad y el amor al color del dinero primó sobre lo demás. Pero la filosofía de mi equipo había calado hondo en mi, por eso he admirado siempre a esos atípicos jugadores que prefieren trabajar para hacer grande a su club, en vez de que cualquier club haga grande su cuenta bancaria.

Hace unas jornadas Mikel Aranburu, capitán de la Real Sociedad, cumplía su partido número 400 con la elástica txuriurdin. Talentoso en el campo y líder en el vestuario, el capitán es uno de los jugadores más queridos de la plantilla. Ayer, Xabi Prieto renovaba con el club hasta 2017, lo que prácticamente sentencia su futura retirada en el equipo de sus amores. Nuestro 10 es uno de los jugadores con más clase y técnica que ha pasado por el equipo y, a pesar de su mal momento actual, nuestro jugador estrella. Ambos han demostrado en más de una ocasión que  el escudo que luzca en sus camisetas importa. Algo que llena de orgullo a una afición necesitada de tales iconos para volver a creer en nuestra filosofía y algo que sirve de ejemplo para las nuevas generaciones de Zubieta.

Aranburu ha podido hacer las maletas y salir de Donosti, pero siempre ha dicho que él  "futbolista de la Real Sociedad" y no de ningún otro equipo. Por su parte, Xabi Prieto pudo haber seguido el camino de otros compañeros y emigrar de aquí cuando el club dio a parar en Segunda división, pero eligió quedarse a trabajar para devolver a la Real a donde debía estar. Novias no le han faltado, ni le faltan, pero explica que quiere terminar su carrera en el club en el que desde que era pequeño "soñó jugar". Y a mi me resulta extraño que tenga que explicarlo.