Desde los veinte años comprendí que debía colgar del otro lado mis berretines goleadores, porque tenía los pies cuadrados. Así que lejos de protagonizar diagonales imposibles y paredes de fantasía, me dediqué a disfrutar del fútbol de mi amigo 'Pernales' por esos campos de Dios, donde a ras de tierra, uno se dejaba la pierna a jirones después de cada tarascada. Aferrado al sueño pelotero que 'Pernales' vivía en carne propia y yo hacía mío en la ajena, descubrí el poder de las ondas a través de José María García, un Torquemada que blandía una espada flamígera y que incendiaba las madrugadas a base de denunciar escándalos deportivos y entrevistar a personajes míticos. Al calor de Supergarcía, tuve a bien dar carpetazo a mis pasiones deportivas y...
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