Soñar es gratis. Y todos lo hacemos. Probablemente el sueño de los jugadores del
Mirandés cuando empezaron su periplo en esta Copa del Rey era llegar a cuartos o a octavos y que les tocara en suerte el Madrid o el Barça. Jugar con los grandes.
Poco a poco ese sueño ha ido cambiando, cuando en dieciseisavos les tocó en suerte el Villarreal seguramente pensaron que no estaba nada mal. Un equipo que juega en Europa habitualmente, con gente como Diego López, Nilmar, Rossi, Senna... Supongo que salieron a disfrutar esa eliminatoria. El 1-1 de la ida en Miranda de Ebro dejaba la eliminatoria abierta. Todo podía pasar. ¡Y vaya si pasó! 0-2 en El Madrigal y a octavos. Llegó el Racing, un Racing con problemas en la Liga que una de dos, o se agarraba a la Copa para dar una alegría a su afición en un mal año o se centraba en la Liga para evitar el descenso. No sé lo que pensaron los cántabros pero el 2-0 en Anduva no les dejó demasiadas opciones. 1-1 en la vuelta y el Mirandés en cuartos.
Y de repente, estás en cuartos de final de la Copa del Rey ante un Espanyol que lo pasó mal para eliminar al Córdoba. Un Espanyol que en los últimos años ha ganado 2 Copas, que se está convirtiendo en un clásico de las últimas rondas coperas.
Esta vez la ida era en Cornellà-El Prat, por primera vez desde que se enfrentaban a un "primera" tenían ventaja de campo. Salieron al campo del Espanyol a sacar un buen resultado para la vuelta. ¿Por qué no soñar con semifinales? Una vez has llegado hasta ahí no tiene sentido conformarse con menos. Y de golpe ganaban 0-2. Más vivos que nunca. ¡Minuto 84 y 0-2! ¡Estaban en semifinales! Pero el fútbol es imprevisible, tan imprevisible era ese 0-2 como que el Espanyol remontara, pero lo hizo. Al final 3-2 para los pericos. Adivino la sensación de bajón de después de que Verdú culminara la remontada. Adiós al sueño. ¿O no? Los sueños, dicen, hay que perseguirlos. Y el Mirandés lo hizo anoche ante su público. Era posible ganarle al Espanyol, ¿por qué no?
Nada más empezar la segunda parte Rui Fonte adelantó a los catalanes. 0-1 y Miranda de Ebro y el Mirandés despertaban del sueño. Había que marcar dos goles para pasar. Pero lo que pasaba eran los minutos sin más goles. Hasta que apareció Pablo Infante, otra vez él. El héroe local, el héroe de todas las eliminatorias contra los grandes, y empató el partido. 1-1, minuto 57. Sólo un gol más. Sólo uno y estarían en semifinales. Cuando el partido moría, cuando la gente intentaba dar un último empujón a su equipo, Pablo Infante sacó un centro maravilloso que Caneda llevo a la red de Kiko Casilla. La locura. ¡Habían marcado en el minuto 92! ¡No había tiempo para más! ¡Estaban en la siguiente ronda! ¡Habían vuelto a ganar! En fin, la locura.
Soñar es gratis. Ahora sueñan con que les toque el Athletic. Ojalá ese sueño también se cumpla. Enhorabuena,
Mirandés.