Esta semana se han despedido del Barça dos jugadores: Carles Puyol y Víctor Valdés. El primero porque su cuerpo no le permite seguir jugando al máximo nivel, dos años de lesión tras lesión han sido suficientes para que El Gran Capitán decida colgar las botas. Valdés en cambio, decidió hace más de un año que no renovaba, que buscaría otro equipo en el que poder jugar algunos años más, con 32 años tiene todavía mucho fútbol por delante, parece que lo disfrutarán en Mónaco.
Han sido dos maneras de irse: Puyol lo ha hecho con una emotiva rueda de prensa, con vídeo de compañeros y entrenadores, con todos los presidentes que ha tenido en el Barça, con sus colegas arropándole y con la lágrima a punto de escapársele. Puyol deja un hueco irremplazable, igual más como capitán y referente que como defensa, que también. Uno de esos jugadores, una de esas personas que no le cae mal a nadie, que lo ha dado todo en todos los partidos que ha jugado, que ha respetado siempre al rival y que, tirando de tópico, parece mejor persona que jugador. Se le va a echar mucho de menos en el club.
Valdés en cambio se ha despedido con una carta. Fue al vestuario, abrazó a sus compañeros y se fue, ni actos ni homenajes, ni vídeos ni nada. Dejó una carta en la web del club, "adiós y Força Barça". Pero su despedida creo que es mucho más importante para el equipo. Que se te vaya el mejor portero del mundo ha de serlo por fuerza, y más en un equipo como el Barça en que los porteros han de tener mucha personalidad, mucho carácter para aguantar el chaparrón. Porque los chaparrones en Can Barça caen a menudo y si eres portero más, porque a la que fallas es gol. Valdés tenía el carácter, tenía el talento y siempre ha tenido ganas de mejorar, y lo ha hecho desde que subió al primer equipo, sin importar el qué dirán, trabajando duro para ser cada día un poco mejor hasta llegar a ser El Mejor. Se va y deja un gran hueco. Se le va a echar mucho de menos en el equipo.