Por todos es sabido el compromiso adquirido por José Saramago mediante la literatura. Mientras algunos la usan para divertir o divertirse, él, hace años, se comprometió con todos sus lectores a escribir para intentar cambiar este mundo lleno de deformaciones y taras; para abrirnos los ojos en definitiva. En uno de esos ensayos tan conocidos, Ensayo sobre la ceguera, Saramago escribió que “hay algo dentro de nosotros que es lo que realmente somos pero que no tiene nombre”. Su condición de ateo, que ya “resumió” – hablo de casi quinientas páginas - el Nobel portugués en El Evangelio según Jesucristo, le impide hablar del Alma. Llamémosla como queramos, pero no neguemos que algo fundamental y abstracto se esconde entre lo físico de cualquier ser vivo.
Consideremos a un equipo de fútbol como un perfecto cuerpo humano: sus extremos son las extremidades superiores, sus laterales las inferiores, el portero es una boca siempre abierta que sólo cierra en ocasiones fundamentales, los delanteros unos ojos en constante estado de alerta y el centro del campo es el cerebro que todo lo dirige y lo ordena. ¿Qué nos queda? Pues lo que en definitiva marca las diferencias en momentos importantes: el alma o eso que no tiene nombre pero que existe, como diría Saramago.
Cualquier equipo de fútbol, sea cual sea su presupuesto, alineación, estadio, año de fundación o presidente, tiene esa parte fundamental que está por encima del espectáculo futbolístico en sí. Y aunque todos lo comparten, eso mismo es lo que les diferencia (y no es una incoherencia: Saramago nos abre los ojos dejándonos ciegos).
Una vez fui testigo directo de una conversación futbolera con un seguidor del Athletic club de Bilbao. El equipo vizcaíno estaba en una situación crítica ya que se jugaba el descenso a segunda división en las últimas jornadas de liga. En un momento dado se le preguntó por qué narices no se dejaban ganar por la realidad e intentaban salir del bache fichando jugadores de cualquier nacionalidad.
Este, que si hubiera llevado txapela se la habría colocado con dos dedos antes de llevar su mano derecha a la espumosa cerveza, contestó sin pestañear:
-Fácil: por orgullo.
Lezama, La Catedral y La Historia. Llorente, Yeste, Julen Guerrero o Andoni Zubizarreta. La Ría, los títulos de liga y Copa, la afición incondicional. Que la plantilla salga del hotel hacia el estadio y les acompañen cuatro mil seguidores bilbaínos en el partido de vuelta de una semifinal de Copa. Todo eso es el Athletic, pero el orgullo es lo que les diferencia al resto. Lo que no tiene nombre ni comparación. Lo que nos llena de alegría sean cuales sean nuestros colores ante tan meritoria gesta.
¡Zorionak athletic!
1 comentario:
hola
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