Hay equipos de fútbol que por alguna extraña razón nacen con un aura que les hace ser especiales. Equipos queridos y respetados por todas las demás aficiones, salvo excepciones lógicas que suelen coincidir con rivalidades geográficas, aunque también históricas. El día que el Cádiz descendió a segunda división – me niego a llamarla Liga Adelante, qué estupidez – todas los aficionados supimos que aquél era un día triste. Nos cae bien ese equipo, entre otras muchas cosas por su modestia y por tener sin lugar a dudas la afición más cachonda que conoce nuestro fútbol. El Sporting de Gijón es otro que tal: nadie quiere el mal para ese equipo. Nos gusta que gane, nos gusta su estilo de juego y la espontaneidad de su entrenador.
En el archipiélago balear también tenemos un equipo carismático que, pasando por encima de las rivalidades propias con las que conviven todos y cada uno de los equipos del fútbol de hoy en día, deporte – o espectáculo - cada vez más hostil, sobrevive en tercera división con un romanticismo y un cariño que le diferencia del resto de rivales de su categoría. Hablo, como no, del C.D. Atlético Baleares. La razón en este caso es bastante evidente: el club de la Vía Cintura nunca se fundó para ser un humilde equipo a caballo entre la segunda B y la tercera división. Los aficionados más veteranos que aún pueblan las gradas del Estadi Balear han visto pasar por allí equipos profesionales de la segunda división y jugadores legendarios en tiempos que ya quedan demasiado lejanos. Su rival histórico ha sido y es el RCD Mallorca, y se añoran aquellos tiempos en que los dos equipos más importantes del archipiélago gozaban de una masa social y de una calidad futbolística muchísimo más igualada que la que hay hoy en día. Por desgracia.
Leo hoy en un periódico local una noticia sobre el Atlético Baleares que me hace multiplicar por mil el cariño especial que siento por este equipo. El nuevo Presidente, Frenando Crespí, ha comprendido que los equipos grandes no sólo se les reconoce por lo deportivo, sino también por lo social. Este verano se ha fichado a seis jugadores nigerianos, cuatro de ellos ya han debutado y dos están en el mundial sub 20 con su selección, lo que deja claro que la apuesta por estos jóvenes africanos es de calidad. Estos fichajes han creado que las gradas del Estadi Balear se llenen de inmigrantes nigerianos que, sin duda, es un bien para todos. Para los nigerianos residentes en Mallorca es un motivo de alegría acercarse a ver al equipo los domingos y poder disfrutar tanto de sus compatriotas como de los demás jugadores blanquiazuales; y para el club el aumento de masa social y aficionados siempre es positivo. El nuevo presidente ha aprovechado esta situación y ha querido ir más allá: aparte de crear la Penya Amics de Nigèria (Peña Amigos de Nigeria), se ha trabajado para conseguir charlas y cursos de formación para los inmigrantes africanos de la Isla sobre la lengua catalana, castellana y la historia de las Islas Baleares.
Siempre he creído que los equipos de fútbol deberían aprovechar para contribuir en políticas sociales que hagan más fácil la vida a quien lo necesita. Todos los equipos fuertes del fútbol mundial lo hacen, pero eso para ellos es muy sencillo, lo difícil es que un equipo de Tercera división se implique en estos temas con un presupuesto muy ajustado. Por eso se agradece este esfuerzo del Atlético Baleares, un equipo que, gracias a esta implicación social con la comunidad inmigrante residente en la Isla, todavía es más querido si cabe.
Enhorabuena y gracias al presidente Fernando Crespí y a su equipo directivo.
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