Anoeta. Minuto 77 del primer partido de Liga de la temporada 2010-2011. Martín Lasarte, entrenador de la Real Sociedad, hace debutar al recién llegado Raúl Tamudo en detrimento de Joseba Llorente. El árbitro da paso al cambio. Anoeta entera se pone de pie para despedir al jugador guipuzcoano. Un jugador de casa, pero recién llegado. ‘Llorente, Llorente’, corean 25.000 personas.
Es como aquella vez, hace ya tantos años, en la que Llorente pisó el césped de Anoeta con la elástica del primer equipo por primera vez. Sentía en su nuca el aliento de la afición, y la alegría que se desbordaba en las gradas cuando marcaba su primer gol. Fue un inicio prometedor, pero siempre es difícil ser profeta en casa, y al jugador hondarribitarra no le quedó otra que emigrar para ser reconocido en su tierra. Valladolid y Villarreal acogieron a ese delantero larguirucho, con hambre de gol, peleón y ‘cojonero’ para las zagas rivales.
Ya sabemos que el fútbol carece de memoria. Con los años, Llorente se convirtió en el ejemplo de la cosas mal hechas. Mientras el guipuzcoano marcaba goles en la élite futbolística, por Donostia paseaba un interminable desfile de fichajes para el olvido, ‘nueves’ que no llegaron a calar en la afición ni a rendir en el campo. Y muchos de aquellos que en su día no veían hueco en Donostia para Llorente, se pusieron de pie ayer para ovacionarle. Llorente ha sido el fichaje estrella del verano, una incorporación que supuesto un plus de ilusión en el salto a la Primera División.
Y es que ayer, la Real tuvo, por fin, un delantero de primera. Llorente trabajó sobre el césped, con casta con garra y con mucho genio. Con más años, y más experiencia que en aquel inolvidable debut, pero las mismas ganas. El de Hondarribi lideró al equipo: mandó, gritó, aplaudió, peleó y protestó. Defendió, se ofreció, buscó y, también, regaló un gol. No lo marcó él, pero lo celebró como tal. Y disfrutó del cariño de SU afición. Fue el retorno del hijo pródigo.
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