Fue Larra, escritor suicida, el que dijo que quien escribe en Madrid llora. Me viene a la cabeza la famosa frase del malogrado escritor – cuánto hizo en 27 años de vida – porque quien escribe en Las triadas – posiblemente el mejor blog de fútbol del mundo. O no – confiesa. O por lo menos eso hago yo: confesión desde el punto más álgido de la sinceridad. Confieso, pues, que la resaca del derby está creándome más dolores de cabeza de los que puede parecer. Fui un niño con pijama – no a rayas – saltando del sofá a la butaca en aquel instante en el que el balón giraba en la red de Wembley tras un cañonazo de Koeman. Aquel alboroto, en cualquier otro momento, hubiese supuesto una reprimenda de mis progenitores; no fue el caso, pues en mis ojos se reflejaba la felicidad de un niño que siempre soñó ser Stoichkov y que veía a Cruyff como un Dios terrenal aficionado a los chupa chups.
Aquel niño se hizo grande y tras las tempestades del Dream Team vino la amarga calma de los últimos años del Nuñismo, una condena que acabó firmando aquel seguidor patológicamente cegado llamado Joan Gaspart.
Es por eso que en mis entrañas vive ese ser diminuto y cabrón que todo barcelonista tiene. Algunos lo llaman pesimismo futbolístico, yo le llamo barcelonismo. Sin más. Tras esta confesión de aguafiestas que entrelíneas intenta aclarar que a estas alturas hemos ganado un título menos que el Real Madrid – si podemos considerara la Supercopa de España como tal -, reconozco haber revivido por tercera vez en 27 años el tacto del pijama sobre una piel que ya en nada se parece a la de aquel niño del 92.
El tiempo no sólo me envejece, sino que me hace peor persona: más desilusionado, inseguro, distante y temeroso; sólo el Barça recupera la inocencia de un niño descalzo saltando entre sofás. Lejano al pesimismo.
Pero dura poco ese estado de ánimo plácido: ese bicho cabrón anda gritándome desde hace tiempo la alineación del Chelsea en Stamford Bridge; menos mal que pensando en Iniesta, Xavi, Messi, Eto’o, Henry y un largísimo etcétera algo me dice que en el futuro me esperan momentos de gloria.
PD: Pese al partidazo de Lass Diarra – lástima aquel error que propició el gol de Messi – no fue éste el mejor jugador del Real Madrid el pasado sábado. El mejor, sin lugar a dudas, fue la afición, y no es la primera vez. Despidieron a Iniesta entre aplausos y los jugadores barcelonistas pudieron celebrar la victoria en el césped del Bernabéu sin que una lluvia de objetos aguara la fiesta. Una vez más el respeto, el señorío y la educación del Bernabéu debe ser un ejemplo a seguir.
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