Conviene alertar, así que si alguien espera en este post algo de pesimismo, racionalidad, compasión y/o temor hacia los rivales de España que deje de leer en este mismo punto. Adelante, pues. Debo reconocerlo, nada me asusta, después del glorioso domingo pasado – día del señor, o sea de Casillas – mi pecho no se puede hinchar más, soy la envidia de las siliconadas y de los generales del ejército español. Contra este último ejemplo he de volver a alertar: no luzco banderas, ni soy más patriota que ayer ni menos que mañana, sólo que después de dos años sin gritar un gol con júbilo, de decir con la boquita pequeña de qué equipo soy, de no tocar la gloria ni dejándome las uñas largas, va siendo hora de que, futbolísticamente hablando, me den una alegría.
Cuando acabó aquel largo y agónico partido contra Italia en cuartos, una de mis primeras afirmaciones, llevado por la euforia y la sinrazón que en ocasiones te da la alegría, fue la de que me daba igual el futuro de la selección en esta Eurocopa, que después de ganar a Italia en cuartos lo había visto todo. Iluso. Compréndanme, como ya he mencionado soy joven, y lo más grande que he visto hacer a España es un partido en Sevilla contra la Dinamarca de los Laudrup: gol de Fernando Hierro, tras falta al portero de Jose Mari Bakero. Que nadie olvide que ese partido ni siquiera era una fase final, sólo la clasificación a una de éstas.
Llámenme prepotente, pero estos rusos no me quitan el sueño. Ni siquiera Alemania, que ayer ganó a los turcos sufriendo, con gol, golazo, de Lahm en el último minuto. A una Turquía maltratada por las lesiones. Ya que ha salido lo del partido de ayer confesaré algo: si a Ángel Cristo lo llegan a coger con treinta años menos, Rustu y Lehman ahora mismo no estarían perdiendo el tiempo jugando al fútbol. Ayer fue más que un partido, fue un homenaje a dos personajes maltratados del fútbol europeo: ahora entendemos la actitud, huraña y rancia, de Oliver Kahn para con su compañero de selección que lo más brillante que tiene es su parecido al protagonista de Scooby Doo, y jamás volveremos a hablar mal de Joan Laporta cuando ganó unas elecciones con una baza electoral como el portero turco, su salida en el gol de klose es digna de pasar a los anales – en todas sus definiciones - de la historia. Kahn y Laporta, dos fantasmas que se van por la puerta "grande".
Pues eso digo, que los rusos no me quitan el sueño, ni con el Arshavin ese - que ahora resulta que todo el mundo lo había visto y sabía que era bueno, pero el único que lo dijo fue mi compañero Robert – ni con Guus Hiddink. Además, el entrenador holandés que ganó a Holanda nos debe algo, merece una humillación delante de toda Europa después del robo en Corea. Hoy le faltará su segundo entrenador, Al Gandhour, ex árbitro egipcio, de infausto recuerdo, que sigue con su negocio en un concesionario KIA que le regaló la federación coreana tras el partido ante España.
Estos han empezado como la Perestroika y acabarán como tal. Mucha publicidad, buenas intenciones, portadas de periódicos y al final nada: ni socialismo, ni progreso económico, ni Eurocopa. Y Hiddink acabará como Gorbachov.
Visto lo visto, quizás hoy ni vea el partido. Y si lo veo no lo voy a celebrar, me meteré tranquilamente en la cama y guardaré fuerzas para el domingo, cuando seamos campeones de Europa. Sí lo sé, la gente que me escucha decir esto lo primero que piensa en que vaya batacazo me voy a pegar como España pierda. Lo que no saben ellos es lo bien que se siente uno cuando mira por encima del hombro a la gente, hacía tiempo que no disfrutaba tanto hablando con europeos de fútbol – y de España, ni Alatriste: cierra España, vivan los tercios españoles y tal - y sólo tengo de plazo hasta el domingo. Cuando acabe la semana y la resaca de la segura victoria, me esperan mociones de censura, fichajes patéticos y una nueva equipación que me parece ridícula e indigna - tómense esta última frase como lo único serio del post.
Me acaba de llamar un amigo desde Buenos Aires, mañana, después de ganar a Rusia, lo cuento.
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