Algunos dicen que recordar es mentir, no vengo a eso. Pero sí es cierto que la historia de la humanidad se enlaza entre mentiras, exageraciones y ocurrencias que años después estudiamos, comprendemos y nos asombramos sin saber si de verdad aquello un día ocurrió. Jamás lo sabremos, pero da igual. Mis recuerdos de infancia también son exageraciones, ocurrencias y a veces mentiras que, juro que sin premeditación, se asoman a mi memoria en forma de cortometrajes.
Hoy día 29 de junio del 2008, me he despertado recordando, sin dificultad, el 8 de junio de 1990. Mi primer recuerdo futbolístico. En el salón de la casa de mis abuelos, mientras mi abuela llamaba al sueño en su cuarto, yo compartía una final de un mundial - en ese momento no daba la importancia que merece dicho encuentro - con mi abuelo, que en paz descanse, y mi tío: la selección de la Alemania Federal que acabó en semifinales con la Inglaterra de Gary Lineker - sí, recuerdo esa frase, pero no la voy a pronunciar, no es el mejor día para ello - se enfrentaba a la Argentina de Diego Armando Maradona que eliminó en el partido anterior a la Italia del goleador Schillacci.
Cuando uno habla de memoria conviene alertar: cualquier dato incorrecto puede llevar a engaños; aunque ya hemos avisado de que quien recuerda, miente. De aquella final guardo dos datos que creo que jamás se me van a olvidar. El primero de ellos es que los noventa minutos se pueden reducir en un resumen tremendamente escueto: el 10 argentino - que ese día, con ocho años, me dejó su recuerdo y mi admiración para siempre - peleándose contra una Alemania luchadora. El destino y la gloria de los argentinos pasaba por la mágica zurda - la mejor de la historia del fútbol - de Maradona y la de los alemanes en la fuerza defensiva de éstos para parar los arranques de magia del albiceleste.
El segundo recuerdo que tengo de aquella noche, fue los comentarios que cruzaron mi tio y mi abuelo sobre el resultado de la final: injusticia, no hay derecho.
El 10 acabó sangrando, y sus lágrimas tras el partido dieron la vuelta al mundo. Alemania consiguió con esfuerzo y trabajo proclamarse campeona del mundo al ganar la final del mundial de Italia 90.
Ese recuerdo de mi infancia sacudirá mi cabeza durante todo el día. Hoy es el día de hacer justicia y vengar esa batalla que la magia y el arte perdió contra el trabajo y la disciplina. Me gusta el fútbol como espectáculo, como manera de disfrutar, no creo en el fútbol que carece de improvisación y se centra en fórmulas de trabajo que se encarguen tan sólo de evitar que el otro no juegue a fútbol. Creo en la justicia, y creo en el toque, en la magia y en la improvisación: creo en España. Y creo que mi abuelo, ese señor elegante y no muy futbolero que el 8 de junio de 1990 pronunció la palabra injusticia, hoy, 29 de junio del 2008, verá, desde no sé dónde, cumplida esa justicia, 18 años después.
Hoy día 29 de junio del 2008, me he despertado recordando, sin dificultad, el 8 de junio de 1990. Mi primer recuerdo futbolístico. En el salón de la casa de mis abuelos, mientras mi abuela llamaba al sueño en su cuarto, yo compartía una final de un mundial - en ese momento no daba la importancia que merece dicho encuentro - con mi abuelo, que en paz descanse, y mi tío: la selección de la Alemania Federal que acabó en semifinales con la Inglaterra de Gary Lineker - sí, recuerdo esa frase, pero no la voy a pronunciar, no es el mejor día para ello - se enfrentaba a la Argentina de Diego Armando Maradona que eliminó en el partido anterior a la Italia del goleador Schillacci.
Cuando uno habla de memoria conviene alertar: cualquier dato incorrecto puede llevar a engaños; aunque ya hemos avisado de que quien recuerda, miente. De aquella final guardo dos datos que creo que jamás se me van a olvidar. El primero de ellos es que los noventa minutos se pueden reducir en un resumen tremendamente escueto: el 10 argentino - que ese día, con ocho años, me dejó su recuerdo y mi admiración para siempre - peleándose contra una Alemania luchadora. El destino y la gloria de los argentinos pasaba por la mágica zurda - la mejor de la historia del fútbol - de Maradona y la de los alemanes en la fuerza defensiva de éstos para parar los arranques de magia del albiceleste.
El segundo recuerdo que tengo de aquella noche, fue los comentarios que cruzaron mi tio y mi abuelo sobre el resultado de la final: injusticia, no hay derecho.
El 10 acabó sangrando, y sus lágrimas tras el partido dieron la vuelta al mundo. Alemania consiguió con esfuerzo y trabajo proclamarse campeona del mundo al ganar la final del mundial de Italia 90.
Ese recuerdo de mi infancia sacudirá mi cabeza durante todo el día. Hoy es el día de hacer justicia y vengar esa batalla que la magia y el arte perdió contra el trabajo y la disciplina. Me gusta el fútbol como espectáculo, como manera de disfrutar, no creo en el fútbol que carece de improvisación y se centra en fórmulas de trabajo que se encarguen tan sólo de evitar que el otro no juegue a fútbol. Creo en la justicia, y creo en el toque, en la magia y en la improvisación: creo en España. Y creo que mi abuelo, ese señor elegante y no muy futbolero que el 8 de junio de 1990 pronunció la palabra injusticia, hoy, 29 de junio del 2008, verá, desde no sé dónde, cumplida esa justicia, 18 años después.
2 comentarios:
anoche de vuelta a casa en taxi... me encontré con que el taxista era argentino salí del taxi dandole las gracias jajajaja ya contaré
cheeee boludo Enzo era un angel, pero Diego, Diego bajó del cielo para aguantar un país, es DIos...
tremendo!
Hoy, Casshern, Manolo Lama será el nuevo Victor Hugo Morales: arranca por la derecha el genio del fútbol mundial...
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