Hablar de la selección española a día de hoy es redundar en el tema más comentado de los últimos años. Recuperado parcialmente de la resaca de alegría del pasado domingo me apetece hoy comentar – sin posibilidades temporales de hacerlo con anterioridad – los días posteriores a la conquista de Europa por parte de la selección Española:
Domingo día 29 de junio a las 22:41, estallo, me cuesta creer porque estoy tan contento y entusiasmado pero algo me dice, mirando a mi alrededor, que esto hay que celebrarlo. No dejo de mirar a la pantalla en busca de la incógnita, de una pista que me acerque al porqué, que me ayude a hallar el camino en el que todo el que me rodea grita, salta, se abrazan o besan. De repente todo parece tener una explicación: veo a Casillas, el mejor portero del mundo, levantado una copa entre la algarabía de sus compañeros de equipo. Me fijo en su escudo, sí, lo confirmo: es el escudo de España. Ahora sí me lo creo, ahora lo entiendo todo: España es campeona de Europa de selecciones.
Lunes día 30 de junio a las 7:45, ring ring. Suena el despertador y la cabeza me da vueltas. Hostia anoche, qué pasada, recuerdo la canción e intento saber qué coño pasó. Vuelve a sobrevolar sobre mí como una mezcla de sueño y de ilusión la imagen de Iker Casillas levantando la copa. Pese al malestar en el que me hallo, sonrío. Ayer noche entre cervezas, el agua de una fuente repleta de gente y los abrazos de los amigos, quemé las energías necesarias como para poder ir a trabajar. Pero no me queda más remedio: hay lunes y Lunes, hoy es un Lunes con mayúsculas, y un cielo despejado.
Martes día 1 de julio a las 20:35. Abandonamos como un suspiro el prolífico mes de junio, con cambios temporales que llenan mi garganta de pólipos dolorosos. El ruido del aceite hirviendo suena en la cocina mientras escucho, como puedo, la televisión. En un resumen amplio enseñan el día después de los jugadores campeones de Europa. Qué rápido ha pasado todo, pienso. Qué pena que tardemos tanto en volver a ver a estos chicos en alguna fase final, la próxima el mundial de Sudáfrica. Dos años, mucho tiempo para tantas ganas. La selección ha sido, pienso, como el mes de junio: nubarrones y precipitaciones al principio y con un final despejado. Lo que cuenta son los finales, y el final es inmejorable. Zapatero sonríe, el Rey bromea, Pepe Reina anima, Luis Aragonés salta e Iker Casillas dice sentirse orgulloso de ser español. El orgullo es nuestro, le contesto en voz baja aprovechando mi soledad, mientras subo el volumen para escuchar la noticia de que Daniel Alvés ha fichado por el Barça. No es mal comienzo para empezar a pensar en azulgrana y aparcar por un tiempo La Roja.
Me mostré excesivamente optimista y prepotente antes de la final. Auto convencimiento, no siempre me lo creí. Hoy omito cualquier tipo de dato deportivo, no quiero hablar de cómo jugó la selección porque no es momento de sacar pecho. Pero sí me gustaría mencionar que uno de los títulos individuales que más me han emocionado nunca ha sido comprobar que, por fin, se valora a Xavi Hernández nombrándolo mejor jugador de la Eurocopa 2008. Enhorabuena, se lo merece.
Qué pena que Cristiano Ronaldo se haya salido este año, me dice un amigo. Y tanto, pienso: si no fuese por él nadie nos quitaría que este año el balón de Oro fuese para un español. ¿Iker Casillas? Ha ganado tantos títulos como el portugués y se ha mostrado más decisivo que él. Ojalá este año se acuerden de los españoles.
No hay comentarios:
Publicar un comentario