Intenté sofocar mi angustia con un partido de baloncesto, pero fue imposible poner fin al sudor frío que me recorría la frente y al temblor incesante de la pierna izquierda. Lo disimulaba inútilmente con un cojín, intentando evitar la preocupación lógica de mis familiares. Dos triples seguidos de Ricky Rubio hacen que respire un poco más tranquilo y que mis bronquios no emitan ese chirriante sonido – no tanto como el de Andrés Montes - cuando intento llenar mis pulmones de aire. Hace alrededor de un mes, pienso, estaba viendo la eurocopa; pero ya saben cómo funciona esto, es como el dormir, o el beber: Delirium Tremens.
La televisión de Catalunya retrasó mi ingesta de alcohol emitiendo una hora después de la hora real del partido. Algo más tarde lo emitía Televisión Española por la uno en prime time – bravo por el ente público: no sólo los que recibimos señal del canal catalán tenemos derecho a ver la pretemporada del equipo de Guardiola -. Veo el balón rodar y me siento más aliviado, estar enganchado al deporte rey tampoco es tan dramático – auto alivio y convencimiento íntimo – más jodido sería estar dependiendo de una dosis de harterofilia, o de la belleza de la esgrima.
Recibo un sms de contestación: no te flipes – en otras palabras – es pronto para sacar conclusión. Lo sé, pienso, los pies sobre la tierra, Toni, que luego vienen las hostias. Pero qué coño, tengo ganas de salirme de la rutina y dejar de hablar de mociones de censura, fichajes, ventas, rumores, portadas, Cristiano, Ronaldinhos rossoneros y fontaneros que compran el Real Club Deportivo Mallorca incluido el sentimiento rojillo de miles de aficionados – tema pendiente.
La satisfacción que me da cuando veo con la camiseta blaugrana a los nuevos fichajes no aparece de nuevo hasta el año que viene. Es una sensación diferente, si hablamos de algunos parece como un sueño: ¿quién imaginaba ver vestidos con esa camiseta a Dani Alvés o Alexander Lehb? Desgraciadamente a estos dos les vi poco, aunque recordando su pasado inmediato serán parte importante de la plantilla de Guardiola. El fichaje que más me sorprendió ayer – no por su protagonismo en el partido sino por su forma de jugar – fue Martín Cáceres. Le he visto jugar poco por eso no sabía que era tan rápido, valiente y tocaba tan bien el balón. Gerard Piqué jugó los noventa minutos, su progresión este año sólo puede ser cortada por un Márquez diferente al de los últimos años: aquel mexicano, jefe de la zaga defensiva blaugrana, que maravilló a Europa en los primeros años sólo era una réplica del defensa de coleta que se arrastraba en los posteriores. Keita fue otro de los nuevos que tampoco vimos mucho – la segunda parte tanto un equipo como el otro bajaron los brazos y se dejaron llevar por la inercia – pero en dos balones divididos dejó claro que su contundencia en el centro del campo será el equilibrio necesario para que los “jugones” puedan hacer de las suyas sin tener que mirar por el retrovisor.
Me quedé con las ganas de ver el once inicial de Guardiola. Lo tiene complicado, hay varios jugadores importantes que ocupan una misma plaza. Quizás el mayor problema – dulce problema – lo tiene en el centro del campo. Aunque también es bonito ver jugadores del plantel; los mejores, para mí, Pedrito – ¡golazo! – y el hijo de Busquets, un mediocentro alto, que la sabe tocar y defensivamente fuerte.
Acabé el partido como deseaba, borracho de fútbol. Y después de lograr levantarme del sofá con una amplia sonrisa en la boca, caminar a trompicones y haciendo eses hasta la cama y tumbarme sobre ella rendido, aliviado y feliz, pensé: no te engañes Toni, aunque todavía se acelere tu corazón recordando los ojos rojos y el pelo rizado del añorado Frank, tú estás enamorado de Guardiola.
La televisión de Catalunya retrasó mi ingesta de alcohol emitiendo una hora después de la hora real del partido. Algo más tarde lo emitía Televisión Española por la uno en prime time – bravo por el ente público: no sólo los que recibimos señal del canal catalán tenemos derecho a ver la pretemporada del equipo de Guardiola -. Veo el balón rodar y me siento más aliviado, estar enganchado al deporte rey tampoco es tan dramático – auto alivio y convencimiento íntimo – más jodido sería estar dependiendo de una dosis de harterofilia, o de la belleza de la esgrima.
Recibo un sms de contestación: no te flipes – en otras palabras – es pronto para sacar conclusión. Lo sé, pienso, los pies sobre la tierra, Toni, que luego vienen las hostias. Pero qué coño, tengo ganas de salirme de la rutina y dejar de hablar de mociones de censura, fichajes, ventas, rumores, portadas, Cristiano, Ronaldinhos rossoneros y fontaneros que compran el Real Club Deportivo Mallorca incluido el sentimiento rojillo de miles de aficionados – tema pendiente.
La satisfacción que me da cuando veo con la camiseta blaugrana a los nuevos fichajes no aparece de nuevo hasta el año que viene. Es una sensación diferente, si hablamos de algunos parece como un sueño: ¿quién imaginaba ver vestidos con esa camiseta a Dani Alvés o Alexander Lehb? Desgraciadamente a estos dos les vi poco, aunque recordando su pasado inmediato serán parte importante de la plantilla de Guardiola. El fichaje que más me sorprendió ayer – no por su protagonismo en el partido sino por su forma de jugar – fue Martín Cáceres. Le he visto jugar poco por eso no sabía que era tan rápido, valiente y tocaba tan bien el balón. Gerard Piqué jugó los noventa minutos, su progresión este año sólo puede ser cortada por un Márquez diferente al de los últimos años: aquel mexicano, jefe de la zaga defensiva blaugrana, que maravilló a Europa en los primeros años sólo era una réplica del defensa de coleta que se arrastraba en los posteriores. Keita fue otro de los nuevos que tampoco vimos mucho – la segunda parte tanto un equipo como el otro bajaron los brazos y se dejaron llevar por la inercia – pero en dos balones divididos dejó claro que su contundencia en el centro del campo será el equilibrio necesario para que los “jugones” puedan hacer de las suyas sin tener que mirar por el retrovisor.
Me quedé con las ganas de ver el once inicial de Guardiola. Lo tiene complicado, hay varios jugadores importantes que ocupan una misma plaza. Quizás el mayor problema – dulce problema – lo tiene en el centro del campo. Aunque también es bonito ver jugadores del plantel; los mejores, para mí, Pedrito – ¡golazo! – y el hijo de Busquets, un mediocentro alto, que la sabe tocar y defensivamente fuerte.
Acabé el partido como deseaba, borracho de fútbol. Y después de lograr levantarme del sofá con una amplia sonrisa en la boca, caminar a trompicones y haciendo eses hasta la cama y tumbarme sobre ella rendido, aliviado y feliz, pensé: no te engañes Toni, aunque todavía se acelere tu corazón recordando los ojos rojos y el pelo rizado del añorado Frank, tú estás enamorado de Guardiola.
1 comentario:
Sólo puedo decir que me froté los ojos al ver a Alves vestido de azulgrana. Un sueño hecho realidad.
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