Hace años que Ronaldinho le dice adiós al Barça. Desde hace medio año lo hace desde la barra de un bar brasileiro cercano a su casa, y sin esa sonrisa peculiar. Ronaldinho llegó para irse, su destino estaba escrito por algún profeta con muy poca vergüenza: “Vendrás, te harás grande y te irás” Sólo hace falta que el profeta de medio pelo nos diga qué hará tras irse. Hay algún desvergonzado que acusa a la institución de la salida del crack por la salida de emergencias – puesta de moda después de que Joan Laporta se autoproclamó como jefe y único miembro del cuerpo de bomberos, sito en las instalaciones del Camp Nou -. No mire, soy culé pero no gilipollas: para humillarme hábleme de las instituciones del club, de las mociones de censura, de que un tal Martín Cáceres cuesta unos cuantos millones de euros más que Deco y demasiados etcéteras, pero no haga que me sienta responsable de la salida de Ronaldinho. Hasta aquí podíamos llegar, soplacirios.
Aprovecho la compañía del soplacirios de turno para que me ayuda a responder a una pregunta que lleva tiempo rondándome por el coco: en el resultado final de una carrera deportiva qué prima más ¿un pasado glorioso o un presente desastroso? El soplacirios duda, seguramente no sepa de lo que le estoy hablando porque su respuesta me deja a cuadros: “sí, pero nosotros tenemos nueve copas de Europa”. Lo dejo con la palabra en la boca. Con éste, pienso, no hay nada que hacer.
Sigo con la duda. Y es que el dilema que ahora se nos plantea a los culés es tela de complicado: ¿debemos despedir con aplausos a quien nos ha hecho levantarnos de la silla, gritar y sentirnos orgullosos de ser seguidores azulgranas, o bien le dejamos ir como a cualquier otro futbolista recordando su presente y pasado más inmediato? Que nadie responda sin pensar, que no se deje llevar nadie por la improvisación, ni busque ayuda en algún video retrospectivo del youtube. Es una pregunta para responder con la cabeza y no con el corazón.
¿Se merece Ronaldinho que los culés le deseemos lo mejor al estar agradecidos por sus logros con la camiseta culé o por el contrario el jugador ha hecho sólo que debía y, por cierto, muy bien remunerado, sin olvidarnos del comportamiento mostrado a la institución estos últimos años?
Ahí lo dejo.
3 comentarios:
A la hoguera.
Todo lo que ha ayudado al Barça también ha servido para ayudarse a si mismo, ganando prestigio profesional e incrementando su salario y años de contrato. ¿No tendría que estar él agradecido al club quién, incluso en sus malos momentos ha confiado ciegamente en él?. Ha recibido todo el cariño culé cuando se lo ha merecido. Ahora todo eso a pasado, el jugador se ha dejado mostrándose de lo más engreído y desvergonzado existente, se ha reído del club, no ha sido profesional si no de lo más egoísta. La decisión de salir por la puerta de detrás ha sido del propio jugador y no de la entidad azulgrana.
No merece ni seguir en el Barcelona ni fichar por el Milán. Ronaldinho se merece lo que se ha labrado, jugar en un equipo de media tabla.
Yo creo que 25 millones más la ficha que tenía es para estar contento con la venta (por una vez).
Con Ronaldinho, pues no sé, yo creo que habría que agradecerle los servicios prestados, acordarse de los buenos momentos ahora que se ha ido ¿de qué sirve recordar estos dos últimos años suyos ahora? Mejor recordemos el 0-3 en el Bernabéu o el golazo al Sevilla a las doce y pico de la noche. Yo, si estuviera en su despedida, aplaudiría, nos ha dado la gloria y aunque después nos la ha quitado prefiero olvidarlo (una vez ya se ha ido) y recordar su sonrisa y su gesto surfero como el principio del resurgir del Barça.
Lo que no se puede negar es que este jugador, en su día, le cambió la cara a un equipo triste, y en los años que ha estado en plena forma nos ha dejado momentos inolvidables. Hasta el Bernabéu tuvo que aplaudir. Los partidos espectaculares que le vimos hacer creo que compensan toda la mala actitud que ha tenido en sus últimos meses.
En su día, pagar la entrada para un partido del Barça valía la pena solo por ver al Gaúcho. Hay que acordarse de las espaldinhas, los pases tremendos a veces hasta sin mirar, y de las elásticas, regates y goles que inventaba. Y también el que quiera que se acuerde de las dos ligas y la segunda champions de la historia del club, en las que tuvo una contribución muy grande. Pero yo prefiero acordarme del juego de aquel Ronaldinho feliz y que transmitía buen rollo a todo el mundo, y del juego de aquel equipo de Rijkaard, antes que de los títulos. Con pocos equipos he disfrutado tanto como con éste.
Yo espero que en el Milan vuelva el mejor Ronaldinho por el bien del fútbol espectáculo.
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